La vida, en términos generales, es muy simple, pero por alguna razón desconocida, insistimos en complicarla. Muchas veces, no lo hacemos nosotros directamente, sino las personas a nuestro alrededor.
Necesito que alguien me explique el atractivo que tiene representar una complicación para los demás, muchas veces, rayando en hacerles la vida imposible. Para mí eso es un repelente humano. Es como estar caminando sobre vidrio, con temor a que se rompa. Es por ejemplo, tener que decir: "ten cuidado con lo que le dices a fulano, porque es una persona muy complicado". Disculpenme, pero nadie quiere tener que lidiar con personas conflictivas, pesadas o gruñonas.
Es mucho más sencillo y bonito vivir en armonía, ser un facilitador de procesos, y no una persona cuyo pasatiempo favorito sea ponerle trabas a los demás. Ser simple es parte del amor al prójimo. No piensen que la simpleza o sencillez significa dejarnos pisotear. Ojo con eso, si están faltando a nuestros derechos, debemos reclamarlos, pero de forma civilizada, sin hacer las cosas más complicadas que lo necesario.
En la simplicidad también hay empatía, accesibilidad, capacidad para percibir las necesidades de otros, y poder brindar ayuda desinteresada.
En definitiva, en la simpleza hay más felicidad, paz interior, y menos arrugas. Pongámosla en práctica hoy para iniciar una semana más ligera, y llena de emociones positivas hacia nosotros mismos y hacia quienes nos rodean.