lunes, 7 de agosto de 2023

NUESTRA MENTE.....

Nuestra mente es como un magneto y, dependiendo de
nuestros pensamientos, atraemos a cierto tipo de gente a
nuestro mundo. Nuestros pensamientos pueden atraer
personas hacia nosotros.
Si crees que todo el mundo quiere abusar de ti,
encontrarás personas que lo hagan. Y si consideras que la
gente es amable, amigable, por alguna razón la mayoría
de las veces te toparás con personas así
Nuestra mente es como un magneto y, dependiendo de
nuestros pensamientos, atraemos a cierto tipo de gente a
nuestro mundo. Nuestros pensamientos pueden atraer
personas hacia nosotros.
Si crees que todo el mundo quiere abusar de ti,
encontrarás personas que lo hagan. Y si consideras que la
gente es amable, amigable, por alguna razón la mayoría
de las veces te toparás con personas así
Nuestra mente es como un magneto y, dependiendo de
nuestros pensamientos, atraemos a cierto tipo de gente a
nuestro mundo. Nuestros pensamientos pueden atraer
personas hacia nosotros.
Si crees que todo el mundo quiere abusar de ti,
encontrarás personas que lo hagan. Y si consideras que la
gente es amable, amigable, por alguna razón la mayoría
de las veces te toparás con personas así

Nuestra mente es como un magneto y, dependiendo de
nuestros pensamientos, atraemos a cierto tipo de gente a
nuestro mundo. Nuestros pensamientos pueden atraer
personas hacia nosotros.
Si crees que todo el mundo quiere abusar de ti,
encontrarás personas que lo hagan. Y si consideras que la
gente es amable, amigable, por alguna razón la mayoría
de las veces te toparás con personas así


Nuestra mente es como un magneto y, dependiendo de nuestros pensamientos, atraemos a cierto tipo de gente a nuestro mundo. Nuestros pensamientos pueden atraer personas hacia nosotros.

Si crees que todo el mundo quiere abusar de ti, encontrarás personas que lo hagan. Y si consideras que la gente es amable, amigable, por alguna razón la mayoría de las veces te toparás con personas así.

La vida es un aprendizaje continuo, y una de las lecciones más importantes son las relaciones humanas. Si no aprendemos, tenemos que repetir el curso. A veces se repite el curso con la misma persona, o a veces con otra. Es fácil caer en la trampa de culpar a los demás. Nadie puede hacerte infeliz sin tu consentimiento.

No importa lo que hagan ni lo que digan, tú decides como reaccionar. Si somos honestos con nosotros mismos siempre elegiremos todo en la vida: amistades, trabajo, pareja, pensamientos. Así empezaremos a vivir más plenamente.

Lo que los demás piensen no es asunto tuyo. Los demás nos respetarán en la medida en que nosotros mismos nos respetemos.

Para asumir el mando de nuestras vidas y vivir a plenitud, el reto es eliminar la compulsión a recibir aprobación. A fin de cuentas, no se puede más que tener la mente en paz o preocuparse por lo que piensen los demás. 

Preocuparse por lo que opinen los demás es un hábito difícil de romper, pero no hacerlo puede acarrear resultados trágicos. Frecuentemente, personas sensatas se condenan de por vida a trabajos que detestan por esta razón.

No puedes darle gusto todo el tiempo siquiera a la mayor parte de la gente. Si lo que temes es que algunas personas puedan pensar que eres tonto, ¡despreocúpate! ¡Seguramente ya lo piensan! Puedes lograr lo que desees siento tú mismo.

No tienes que complacer a todo el mundo. Las personas deben respetar tu manera de ser y aceptarte tal y como eres. Sin perder el respeto por los demás, debes ser sincero contigo mismo. Si la gente no está de acuerdo con tus ideas y tu estilo de vida, es asunto de ellos, no tuyo.

Una de las características de las personas con decisión y seguras de sí es que no dan explicaciones, simplemente hacen lo que hacen. 

Necesitamos pensar y actuar de manera más independiente y sentirnos realizados sin tener que dar explicaciones de todo lo que hacemos a nuestros parientes, amigos y vecinos. Vive como tú prefieras; dedica tu tiempo a lo que mejor te parezca. Si decides ofrecer explicaciones, hazlo porque deseas compartir tus pensamientos con otra persona y no porque necesites de aprobación.

Somos felices en la medida que creemos controlar nuestras circunstancias; y asumir el control de nuestra vida frecuentemente implica decir «no».

La única manera de escapar al sentimiento de culpa que otros te infunden es convertirte en tu propio juez. Rehúsate a atarte a sus conceptos. Saca tus propias conclusiones y prepárate a pregonarlas. Para obtener lo que deseas, debes ser más tenaz que la otra persona, establece lo que deseas y no dejes que te desvíen.

Para decir «no» con buenos resultados, debes ser capaz de sostener un punto de vista contrario y no sentirte culpable por ello. Una vez que sepas decir «no» sin experimentar sentimientos de culpa, asumirás un mayor control sobre tu vida y podrás vivir más felizmente con otras personas y contigo mismo.

Recuerda que a la gente le gusta la fortaleza y espera respeto. También requiere de espacio. Para atraer a los demás tenemos que interesarnos en ellos. Cuando nos interesamos, nos olvidamos de nosotros mismos. La gente te admira cuando defiendes tu postura, aunque pueden no estar de acuerdo con tu causa.

Siempre que admitimos nuestros sentimientos y confesamos nuestro amor a los demás, corremos riesgos. Se necesita valor. Nuestros seres queridos necesitan que les digamos que los queremos. Necesitan estar seguros de ello. Un tipo preguntó en alguna ocasión:«¿Cuál es el mejor momento para decir a tu esposa que la quieres?». La respuesta es: «Antes de que otro se lo diga».

La mayoría de las personas necesitamos momentos de soledad para aclarar la mente, procesar pensamientos, formular estrategias, estar con la naturaleza, ubicar las cosas en perspectiva. A veces necesitamos estar solos únicamente para extrañar a ciertas personas y quererlas de nuevo.

Las personas maduras no se molestan ante las observaciones desagradables de los demás. Sólo la gente insignificante hace comentarios desagradables; solamente las personas insignificantes se sientes aludidas. Sé grande.

Cuando la gente nos contradice, afloran nuestras inseguridades. Tendemos a reaccionar. Pero si renunciamos al vicio de pensar que todo el mundo debe ver las cosas a nuestro modo, no habrá necesidad de discutir. En cuanTo dejemos de querer imponer nuestros puntos de vista, ellos dejarán de imponer los suyos.

No puedes darle gusto a todo el mundo todo el tiempo. Puedes ocupar tu tiempo en cosas mejores que tratar de persuadir a los demás en contra de tu voluntad. Déjalos creer lo que quieran.

Pretendemos que los demás nos respeten insistiendo que tenemos razón, y lo que logramos es justamente lo contrario. Tememos perder el respeto de los demás al admitir que nos hemos equivocado y, no obstante, con ello frecuentemente nos lo ganamos. Siempre que estamos dispuestos a admitir nuestras equivocaciones, la gente admira nuestro valor y nos trata con compasión; sin embargo, la mayoría de las veces detestamos admitir nuestros errores.

Es lógico afirmar que si todo el mundo quiere tener razón y tú estás dispuesto a reconocer a veces que los demás la tienen, te apreciarán por ello. Decir a los demás que se equivocan es una excelente forma de hacerse enemigos. Admitir que te equivocaste, puede ser una gran forma de iniciar una amistad.

Si la vida es un juego, hagamos que la gente conozca las reglas. Para facilitarnos la vida a corto plazo, tenemos que ser serios y demostrar fortaleza. Las personas no se comprometen a menos que ellas mismas establezcan el compromiso. A veces no deseamos pedir a alguien que se comprometa por temor a que se rehuse. Esa es una señal de debilidad nuestra. Si las cosas no mejoran, significa que vivimos sin aprender.

Las buenas maneras implican modestia más que ostentación. No se trata de competir, se trata de estar consciente de que no tienes que demostrar nada.

Tu reto en la vida es ser honesto contigo mismo. La paz mental deriva de un cambio de actitud, no de las circunstancias. El hecho de no juzgar a nadie no implica que todo el mundo deba parecerte agradable, o que no tengas preferencias; significa adoptar una actitud que te permite estar en paz con quienes te rodean.

Si intentas cambiar a la gente, ella te aborrecerá. Ámate a ti mismo y quiere a los demás lo bastante como para dejarlos en paz, y ocúpate de tus propios asuntos.


Baplun

lunes, 19 de diciembre de 2022

¿Por qué podemos sentir cuando alguien nos está mirando fijamente?

A todos nos ha pasado y es una sensación perturbadora.

Estamos en lo nuestro, ensimismados, concentrados en alguna tarea u objeto y, de pronto, percibimos algo como una alteración en el ambiente, una energía externa que proviene de otro lugar. Levantamos la cabeza y vemos que alguien tiene su mirada clavada en nosotros.

¿Cómo lo supimos?

A pesar de que esa mirada pueda ser de intimidación, admiración o compasión, el haberla detectado no deja de ser sorprendente para nosotros. Como si tuviéramos un sexto sentido.

La ciencia ha intentado encontrar respuestas a este fenómeno conocido como "percepción de la mirada" y, aunque no hay resultados concretos, sugiere que hay una compleja red neurológica detrás de esta habilidad.

Hay varios elementos que se combinan: uno tiene que ver con la evolución del ojo humano, otro en cómo dependemos de la interpretación de las miradas en nuestro desarrollo y comunicación como seres sociales y, finalmente, en cómo nos sirve como mecanismo de defensa y supervivencia.

Ojos humanos

En contraste con otros animales, la parte del ojo humano que rodea la pupila, la esclerótica o blanco del ojo, es considerablemente mayor.

En la mayoría de las especies, la pupila es grande y abarca casi todo el ojo. Esto es particularmente útil para ocultar los ojos y no llamar la atención de depredadores. Al mismo tiempo, el depredador no quiere que la presa sepa que la tiene en la mira.

Pero, en los humanos, un blanco de ojo grande nos permite determinar rápidamente la dirección de la mirada del otro.

Mirando de frente a la cara de otra persona podemos definir con bastante exactitud si está mirando a la derecha, a la izquierda, arriba, abajo o directamente a nosotros.

Y no tenemos que estar de frente. También podemos evaluar la dirección de la mirada a través de nuestra visión periférica, aunque este método es menos exacto.

Sin embargo, no tenemos que estar viendo los ojos ajenos para calcular en qué dirección apuntan. Nuestra visión periférica también toma en consideración la posición de la cabeza y el ángulo del cuerpo para saber si la persona nos está mirando o no.

En todo caso, sin todavía no estamos seguros, nuestro cerebro trata de ser positivo y presume que la mirada sí está sobre nosotros.

Colin Clifford, profesor de Psicología del Centro de Visión de la Universidad de Sídney señala que una mirada directa puede ser una señal de dominio o amenaza y, si uno la percibe así, quiere prestarle atención.

"Simplemente presumiendo que la otra persona nos está mirando podría ser la mejor estrategia", indica Clifford.

El lenguaje de los ojos

Esto se debe a que los humanos somos muy sensibles a las miradas de otros.

La supervivencia humana ha llegado a depender mucho más en la cooperación y coordinación de nuestros esfuerzos con los de otras personas.

Como nuestras habilidades de comunicación se han vuelto más criticas, los biólogos han sugerido que el blanco de nuestros ojos evolucionó para mejorar esas habilidades.

A pesar de que desarrollamos un complejo lenguaje hablado, la mirada puede expresar muchas cosas que el idioma no puede, así como conceptos que tomarían mucho tiempo en verbalizar, como algún peligro inminente en el entorno.

Esta especialización expresa cómo nos sentimos, cuáles son nuestras intenciones, qué nos gusta y qué no nos gusta.

El contacto visual directo con otra persona es la más frecuente y más poderosa señal no verbal que tenemos en nuestro repertorio: es un factor crucial en situaciones de intimidad, intimidación e influencia social.

Por eso es que a los humanos les queda difícil esconder sus emociones y las miradas expresan toda una gama de sentimientos.

De ahí que tengamos expresiones como "me miró con ojos tristes" o "sus ojos mentían" o "si las miradas mataran".

Igualmente, por eso es que estamos siempre conscientes de que "alguien nos mira". El detectar de repente esa mirada fija no tiene que ver con percepción extrasensorial, ni un sexto sentido.

Predisposición

Tiene que ver más con la naturaleza humana y hay varias situaciones que lo pueden explicar.

Un estudio publicado en la revista especializada Current Biology, en 2013, dice que estamos predispuestos a pensar que alguien nos está mirando aunque no los podamos ver e, inclusive, cuando no tengamos evidencia alguna que lo sugiera.

Mirar a alguien es una señal social. Usualmente significa que queremos entablar una conversación.

Como nuestra inclinación natural es presumir que la persona detrás nuestro nos está mirando fijamente, la sensación que tenemos podría iniciar el simple cumplimiento de ese presagio.

El fenómeno también puede ser el resultado de la información que hemos recopilado de nuestro entorno, mucha adquirida a través de nuestra visión periférica.

Una de las primeras cosas que detectamos en otra persona es la posición de su cabeza y cuerpo. Si alguno de estos está posicionado en nuestra dirección, particularmente de una forma poco natural, es causa de alerta.

El caso más obvio es cuando el cuerpo de alguien está en dirección contraria pero su cabeza está dirigida hacia nosotros. Eso hace que le prestemos más atención a sus ojos.

De la misma manera, cuando presentimos esa mirada furtiva, vamos a levantar la cabeza en dirección a dónde creemos que proviene. Ese movimiento puede provocar que la otra persona dirija su mirada hacia nosotros.

Cuando los ojos se encuentren, cada uno supondrá que fue el otro quien estaba mirando fijamente.

Otra respuesta puede venir de lo que se llama sesgo confirmatorio.

Nosotros sólo recordamos las veces que nos hemos volteado a encontrar a otra persona que nos miraba, o aparentaba estar mirándonos, fijamente, no las veces cuando no sucede.

Y esa sensación perturbadora que sentimos es psicológica y emana de pensar que alguien tiene sus ojos clavados en nosotros y no de la misma acción fisica.

Baplun