En una oportunidad a pocos días de iniciarme en esta profesión visite a un Doctor con especialidad en la Endocrinología, en una clínica ubicada en la zona norte de la ciudad, exactamente en el sector de Cristo Rey; bien procedo con el ritual de siempre saludando a todos a mi paso por los pasillos, ustedes saben, haciéndome ver como todo un educado caballero, pero como siempre, a medida que avanzo voy sintiendo sin ningún tipo de misericordia miles de miradas como puñaladas que se me clavan en la espalda, cuello, cabeza, nalgas, piernas, etc., de los pacientes, que a pesar de responder los saludos, son implacables en sus deseos de vernos desaparecer.
Ya ubicado en el frente del consultorio del Dr. Me dispongo a esperar mi turno, ahí pude sentir las miradas de manera mas descaradas, observándome desde los zapatos hasta el cabello, en ocasiones hasta se llega a pensar que tenemos los zapatos sucios, o el zipper abierto, la camisa mal arreglada la corbata torcida, etc., razón por la cual siempre estamos en constante arreglos, dizque sin darnos cuenta; Pero el tema es otro, bien, al llegarme el turno de pasar, agarre la puerta y entre solo, suerte de principiantes, siempre queremos que sea así, ya que al estar solos con los doctores sentimos menos presión durante la presentación de los productos o sea menos personas mirando es igual a menos presión; el consultorio era simple, nada de cuadros llamativos, solo un calendario de una ferretería, una ventana que estaba a la espalada del Dr. el sillón donde estaba sentado el, un escritorio simple, de esos con el tope de madera comprimida y la base de metal, al lado tenia una mesita con algunos libros, los cuales se les veía que tenían mucho tiempo sin mover, o que simplemente lo pusieron ahí para adornar, no había nada dentro de estas cuatro paredes que rápidamente me diera una idea de lo que les gustaba o atraía a este Sr., lo único evidente era el calo agobiante que tenia el consultorio a algo parecido a un microondas.
Inmediatamente entre el Dr. se recostó en su sillón, como si fuera uno playero, de esos llamados “Haraganes”, me coloque frente a el, adoptando la posición de iniciar mi trabajo y el la suya, ambos estábamos listos para enfrentarnos. Pero aquí es donde comienza la escena:
Yo – Buenos días Dr. Me permite pasar.
Dr. - no habla, solo mueve la cabeza con un movimiento positivo, de arriba y abajo.
Yo – Mi nombre es Fulano de Tal y quisiera presentarles mis productos.
Dr. – La reacción fue la misma, moviendo la cabeza.
A medida que le voy presentando mis productos me digo hacia mis adentros, “pero ven acá, este hombre no me quita la mirada de encima, y no me mira a otro lugar que no sea los ojos”, situación bastante incomoda, ya que no podía sostenerle la mirada, en algunas ocasiones trate de que desviara su mirada hacia otro lugar, cosa que no logre, colocando los productos encima de su escritorio, lo que si logre fue el efecto Maraca, se preguntaran ustedes cual efecto es ese, pues miren cual es, tomen una cajita de un medicamento dentro, ya sea pastillas, frascos o tubo de algún ungüento o pomada, y a medida que lo vaya colocar encima de una mesa, actúen como si tuvieran un ataque de nervios, la cajita actuara o se comportara como si fuera una Maraca, esto me sucedió todas la veces que le presentaba un producto y los colocaba encima del escritorio.
El hombre era insistente, fueron tantas las cosas que me pasaron por la mente mientras desarrollaba mi monologo, llegue a pensar hasta que si el estaba interesado mas en mi que en mis productos y los beneficios que le aportaban a los pacientes. Fueron unos dos minutos aproximadamente los que pase frente a ese Sr., y todo el tiempo se limito a echarse fresco con un abanico de papel. Ya como ultima esperanza para hacerlo hablar, le cuestione sobre si había tenido alguna experiencia utilizando uno de mis productos:
Yo – Dr. me gustaría saber cual ha sido su experiencia utilizando este producto o si algunos de sus pacientes le ha externado alguna reacción adversa ante el uso del mismo.
Dr. – El hombre no se inmuta, no responde nada, ni siquiera con movimiento de manos o cabeza.
Al ver que hombre solo movía la mano derecha para refrescarse con su abanico improvisado, hecho con la tapa de una caja de zapatos, no me quedo más que decirle:
Yo – Dr. ha sido un placer visitarlo, espero poder volver el mes próximo donde usted.
El hombre seguía igual.
Yo – Que pase buenas tardes, muchas gracias.
Ahí fue cuando puede observar un movimiento distinto al que siempre hizo de hecho al único que siempre hizo, se inclino adelante y tomo las muestras de los medicamentos que le presente, y los coloco en una de las gavetas que tenia en el escritorio.
Al salir de ahí, sentí un alivio inmenso, como si me hubieran quitado de encime el peso del edifico donde estaba.
Volví a visitarlo luego de esa vez, en tres ocasiones mas pero con el tiempo lo saque de mi listado ya que sobre todo me di cuenta de que el no indicaba mis productos, por lo tanto no seguiría perdiendo mi tiempo ni mis muestras con el. Además de que converse con otros colegas y la decisión de ellos de no visitarlo fue adoptada por las mismas acciones que me llevaron a no visitarlo.
Moraleja que saque de este encuentro fue la siguiente, me hizo sentir nervioso, es cierto, pero también me hizo que practicar y preparar más.
Ya ubicado en el frente del consultorio del Dr. Me dispongo a esperar mi turno, ahí pude sentir las miradas de manera mas descaradas, observándome desde los zapatos hasta el cabello, en ocasiones hasta se llega a pensar que tenemos los zapatos sucios, o el zipper abierto, la camisa mal arreglada la corbata torcida, etc., razón por la cual siempre estamos en constante arreglos, dizque sin darnos cuenta; Pero el tema es otro, bien, al llegarme el turno de pasar, agarre la puerta y entre solo, suerte de principiantes, siempre queremos que sea así, ya que al estar solos con los doctores sentimos menos presión durante la presentación de los productos o sea menos personas mirando es igual a menos presión; el consultorio era simple, nada de cuadros llamativos, solo un calendario de una ferretería, una ventana que estaba a la espalada del Dr. el sillón donde estaba sentado el, un escritorio simple, de esos con el tope de madera comprimida y la base de metal, al lado tenia una mesita con algunos libros, los cuales se les veía que tenían mucho tiempo sin mover, o que simplemente lo pusieron ahí para adornar, no había nada dentro de estas cuatro paredes que rápidamente me diera una idea de lo que les gustaba o atraía a este Sr., lo único evidente era el calo agobiante que tenia el consultorio a algo parecido a un microondas.
Inmediatamente entre el Dr. se recostó en su sillón, como si fuera uno playero, de esos llamados “Haraganes”, me coloque frente a el, adoptando la posición de iniciar mi trabajo y el la suya, ambos estábamos listos para enfrentarnos. Pero aquí es donde comienza la escena:
Yo – Buenos días Dr. Me permite pasar.
Dr. - no habla, solo mueve la cabeza con un movimiento positivo, de arriba y abajo.
Yo – Mi nombre es Fulano de Tal y quisiera presentarles mis productos.
Dr. – La reacción fue la misma, moviendo la cabeza.
A medida que le voy presentando mis productos me digo hacia mis adentros, “pero ven acá, este hombre no me quita la mirada de encima, y no me mira a otro lugar que no sea los ojos”, situación bastante incomoda, ya que no podía sostenerle la mirada, en algunas ocasiones trate de que desviara su mirada hacia otro lugar, cosa que no logre, colocando los productos encima de su escritorio, lo que si logre fue el efecto Maraca, se preguntaran ustedes cual efecto es ese, pues miren cual es, tomen una cajita de un medicamento dentro, ya sea pastillas, frascos o tubo de algún ungüento o pomada, y a medida que lo vaya colocar encima de una mesa, actúen como si tuvieran un ataque de nervios, la cajita actuara o se comportara como si fuera una Maraca, esto me sucedió todas la veces que le presentaba un producto y los colocaba encima del escritorio.
El hombre era insistente, fueron tantas las cosas que me pasaron por la mente mientras desarrollaba mi monologo, llegue a pensar hasta que si el estaba interesado mas en mi que en mis productos y los beneficios que le aportaban a los pacientes. Fueron unos dos minutos aproximadamente los que pase frente a ese Sr., y todo el tiempo se limito a echarse fresco con un abanico de papel. Ya como ultima esperanza para hacerlo hablar, le cuestione sobre si había tenido alguna experiencia utilizando uno de mis productos:
Yo – Dr. me gustaría saber cual ha sido su experiencia utilizando este producto o si algunos de sus pacientes le ha externado alguna reacción adversa ante el uso del mismo.
Dr. – El hombre no se inmuta, no responde nada, ni siquiera con movimiento de manos o cabeza.
Al ver que hombre solo movía la mano derecha para refrescarse con su abanico improvisado, hecho con la tapa de una caja de zapatos, no me quedo más que decirle:
Yo – Dr. ha sido un placer visitarlo, espero poder volver el mes próximo donde usted.
El hombre seguía igual.
Yo – Que pase buenas tardes, muchas gracias.
Ahí fue cuando puede observar un movimiento distinto al que siempre hizo de hecho al único que siempre hizo, se inclino adelante y tomo las muestras de los medicamentos que le presente, y los coloco en una de las gavetas que tenia en el escritorio.
Al salir de ahí, sentí un alivio inmenso, como si me hubieran quitado de encime el peso del edifico donde estaba.
Volví a visitarlo luego de esa vez, en tres ocasiones mas pero con el tiempo lo saque de mi listado ya que sobre todo me di cuenta de que el no indicaba mis productos, por lo tanto no seguiría perdiendo mi tiempo ni mis muestras con el. Además de que converse con otros colegas y la decisión de ellos de no visitarlo fue adoptada por las mismas acciones que me llevaron a no visitarlo.
Moraleja que saque de este encuentro fue la siguiente, me hizo sentir nervioso, es cierto, pero también me hizo que practicar y preparar más.
8 comentarios:
YO EN una situacion asi quisiera que me tragara la tierra, y mira que no soy nada timida pero es incomo ver que le estas dando tu mejor exposicion a alguien y que ni si se inmute creo que es una perdida de tiempo...
Amiga mía, querida lucecita de mi corazón, es fuerte como dices, pero ese es uno de los momentos fuertes con los cuales tenemos que enfrentarnos en esta profesión, aparte de otros, muchos mas fuertes que mas adelante narrare, pero en síntesis, si estamos preparados con el suficiente conocimiento de los productos que promovemos, pues no hay problemas alguno cuando lo exponemos ante cualquier medico, así es la vida también, mientras mas preparados estamos, mejor nos ira mañana.
Efecto maraca un apunte mas… Si que necesitas mas paciencia que los doctores al final es quien mayor chamba tienen: pasar por unas 100 personas, liar con los demas, pues es tratar con un chiste, o buena honda, y esa sonrisa da confianza. Abrazos y BENDICIONES DEL TODO PODEROSO...Feliz 2008
jejeejejeje
Hola Jorge, tremenda experiencia que pasaste con ese doctor. Existen personas así que al parecer no fueron bien educadas y actúan ignorando a las personas, jum cosa que molesta esa jejejeje
Abrazos amigo.
Antes que nada, ofrezco una disculpa por no haber venido antes. Cada día el tiempo me es más cortito. =(
Que tipo tan desagradable. No puedo entender como existe gente así y compadezco a sus pacientes. De hecho, no me explico como puede tener pacientes si pueden ir con otros médicos.
Saluditos.
Pero lo que tenia ese doctor de conocimientos en medicina, lo tenia de mal educado. Que bueno que de todo esto sacaste una experiencia positiva.
Besitos!
Hiciste que te leyera hasta el final sin perderme ni una coma. Muy bueno...e interesante
besos desde aqui Miami
mi caracter aveces esta por encima de mi profesionalismo.. asi k... d seguro yo en media exposicion hubiera recogido mis cosas y acto seguido.. retirarme. a ver si se kedaria tan inmutado.. jajaja
pero weno..
d las buenas o malas experiencias siempre hay ense;anzas, especialmente d las malas.. asi k no se awebe..
y animo.. k estoy segura d k sos super genial en lo k haces
lo importante es dar lo mejor d si mismo..
besos..
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